INAUGURACIÓN

DISCURSO INAUGURAL PRESIDENTE DEL CONSEJO DE DEFENSA DEL ESTADO. SEÑORA CLARA SZCZARANSKI

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INAUGURACIÓN

DISCURSO INAUGURAL PRESIDENTE DEL CONSEJO DE DEFENSA DEL ESTADO

SEÑORA CLARA SZCZARANSKI CERDA

Muy buenos días. Saludo, en primer lugar, al señor Ministro de Justicia, don Luis Bates, nuestro ex Presidente del Consejo de Defensa del Estado; al Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica, el distinguido penalista don Jaime Náquira; al Director de Política General del Ministerio de Relaciones Exteriores, don Carlos Portales, compañero de Universidad y, por cierto, a todos los invitados y en particular a Raimundo González, promotor de esta reunión que nos ha convocado a todos hoy día aquí.

Junto con destacar la importancia de lo que se ha dicho y del temario que abordamos quiero llamar la atención sobre algo que a veces por obvio olvidamos y es la idea de que el Derecho además de las normas en que va cristalizando, además del articulado, es siempre la cristalización de conceptos, es un producto cultural que madura y que da frutos siempre ex post; el proceso transcurre, se decantan ideas y se cristaliza una norma. Esa realidad hace que el Derecho deba ser constantemente visto, mirado, y que sea un problema grave deleitarse en la mera lectura de las normas. Las normas responden a problemas ya planteados y no tienen vida suficientemente propia como para ir respondiendo a los problemas nuevos, nacidos en el presente, o que surjan en el futuro. De ahí, entonces, la necesidad de estar permanentemente atentos a las necesidades de reforma y, sobre todo, de nuevas o distintas políticas criminales. Tampoco una reforma es modificar un artículo aislado, ni crear una nueva conexión, o una nueva exégesis de lo mismo. Necesitamos que toda norma esté respaldada por una política criminal, por una política pública que enfrenta un determinado problema: la corrupción, el crimen organizado, el lavado de dinero, etc. Cada uno de estos problemas representa desafíos y aristas propias y no se puede perseguir con la misma política criminal los delitos de violencia intrafamiliar que los del crimen organizado porque, evidentemente, en unos requeriremos, por ejemplo, cooperación internacional y en los otros no.

Por lo tanto el tema de profundizar y avanzar hacia una política criminal que dé frutos en las normas que hoy corresponden a la realidad que vivimos, nos obliga a pensar los temas continuamente en toda su complejidad, sin limitarnos a la revisión de leyes y códigos. En este sentido es mi propósito hacer hincapié en que la corrupción, que es nuestro tema, requiere de una política criminal actual y propia, adecuada al momento que vive el país, y al modo en que evoluciona como fenómeno. A continuación abordaré, sintéticamente, qué es la corrupción en su esencia, cómo se manifiesta, qué desafíos impone, algunos de sus efectos y el rol de los medios de comunicación en la formación de la opinión pública.

  • La corrupción es un fenómeno cultural y no la podemos confundir con los delitos funcionarios a los queincluye y excede. La corrupción es desviación de las leyes, en la que cada ciudadano puede incurrir.

La sociedad tiene un pacto de convivencia en cuanto decide regular jurídicamente los conflictos de interés. Lo corrupto es lo que se desvía de lo previsto en el ordenamiento jurídico para determinar un arbitrio o una ventaja en función de un interés privado. Si todos hacen estos trámites y esta fila, yo no, yo lo hago más rápido, llego más lejos, llego más arriba porque lo hago de esta otra manera. Es corrupto este modo de proceder aunque no tenga una tipificación penal ni deba tenerla. En lo esencial, si bien no en lo formal, es un planteamiento corrupto adelantar por la derecha por la pista destinada a los vehículos de emergencia, es no tener conciencia del bien común, es no respetar las reglas, es querer una ventaja excepcional. Detrás de todo acto corrupto está esto: acortar los tiempos, incrementar la propia ventaja en perjuicio de los derechos de los demás.

  • La corrupción tampoco se vincula sólo al dinero. Se puede ser corrupto por nepotismo, se puede ser corrupto por privilegiar a una persona que se ama, se puede ser corrupto por obtener poder, por influencia política, por sólo demostrar que se tiene poder, por vanidad también se puede ser corrupto. Entonces, no tiene que ver necesariamente con la pobreza, ni con los bajos sueldos; se puede ser corrupto para incrementar la propia riqueza y, aquí, quiero entrar a un tema que nos conecta a la realidad que vivimos. Actualmente, los servicios públicos esenciales no son prestados por el Estado. No digo que tenga nostalgia de eso ni que sea bueno, estoy señalando un hecho: los servicios públicos, como el transporte, agua, teléfono, etc., los presta el sector privado, el dinero privado. Es natural pensar, entonces, que el rol del Estado más que patrimonial va cediendo paso al rol administrador, regulador y supervisor, (de la corrupción entre otras cosas).

Fuera de determinar las políticas que tienden a ciertos desarrollos técnicos, el Estado debe estar atento al tema cultural, económico y social de la corrupción y, especialmente, a la corrupción de los grandes capitales que prestan los servicios públicos y que se entrelazan con el poder del Estado.

¿Cómo? Entre otros caminos, supervisar el actuar de personas que pasan de la empresa privada al cargo público, o de altos personeros públicos que pasan del cargo público a la empresa. Este es un problema relevante en la democracia contemporánea.

Las grandes inversiones y sus puentes con el aparato del Estado no pueden prescindir de la política. Tienen que tener conexiones partidarias. ¿Pueden prescindir de los medios de comunicación? Tampoco pueden, tienen que formar opinión pública.

Hoy el tema no es ya la separación de los poderes del Estado, el problema que tenemos que empezar a enfrentar es la relación entre lo público y lo privado, que ha sido siempre el núcleo del problema del Estado frente a la corrupción. Hemos pasado el momento en que se confundía el patrimonio del rey, del príncipe, con el del Estado; lejos de eso estamos, por cierto, ya que el patrimonio público no es el del rey, es de todos. El Estado actual tiene un patrimonio que pertenece a la sociedad y que se maneja fiscal o privadamente. Eso reposiciona al Estado, no como prestador de servicios, no como un ente poderoso patrimonialmente, sino como un ente regulador de como se deben hacer las cosas.

La corrupción en estos sistemas de libre mercado y democráticos pone en peligro su propia cuna en cuanto viola las leyes del mercado. Por eso hay que combatirla en defensa estructural y sistémica del modo de vida social que estamos conduciendo.

  • Un país corrupto pasa a tener una realidad aparente, que es la de las leyes y, otra, de facto, que es laque maneja los hilos del poder, aquella oculta que no se ve. Sirve para eso toda una estructuración sofisticada que aprovecha de las modernas operaciones financieras y de personas jurídicas que se constituyen con otras personas jurídicas, las que se constituyen, a su vez, con otras personas jurídicas y, así, podemos bajar 10 pisos y todavía no sabemos quién es quien, quién es el que está detrás de un “negocio”. El sistema es jurídicamente opaco. Hoy en Europa y Estados Unidos todos promueven fuertes políticas de sanción de las personas jurídicas, de transparencia de las personas jurídicas, por lo menos en ciertas actividades que son básicas y esenciales para el interés público; estas son políticas públicas criminales que van a la par de los tiempos. Un riesgo cierto derivado de la opacidad de los sistemas actuales, es, como decía, que se lesionen las leyes mismas del mercado, que se lesione la libre competencia. No se puede competir con alguien invisible. No hay competencia tampoco si tras fachadas distintas se oculta el mismo interés. Hoy por hoy, las interpósitas personas, los distractores, son personas jurídicas, no son seres humanos.
  • Un gran problema de la corrupción es su fuerza criminógena, que lesiona la fe de la ciudadanía en el poderadministrador del Estado. Esto tiene un enorme impacto criminógeno. Saber o suponer que quien debe cuidar al ciudadano es corrupto invita a la corrupción. En ese escenario, cada uno se “asegura” y busca la mejor ventaja en el menor tiempo posible.
  • La corrupción, además, si la pensamos “complejizada” en estas vinculaciones de poderes económicos privados en conexión con autoridades que deben regularlos y en conexión con partidos políticos que actúan poderosamente en la vida social, nos lleva al tema mencionado de la comunicación pública: nosotros ya no vivimos en la Aldea de Asterix donde todos sabemos cuándo la señora compra pescado, cuándo el hombre sale a cazar, y lo sabemos todos porque está todo a la vista. La sociedad contemporánea es invisible porque es muy grande, porque es electrónica, porque hay mercados globales. Todo lo que sabemos lo sabemos por los medios de comunicación social y, por lo tanto, el rol ético de los medios de comunicación social para lo que es formación de la opinión pública es trascendente. Para que el mandante, la nación soberana, tenga algo que decirle al mandatario elegido, debe estar informado. Son los problemas de la sociedad global contemporánea, de las democracias actuales y, por eso, es tan importante estar aquí con otros países y darnos cuenta que, como dicen los italianos, todo lugar es un pueblito, en todas partes ocurre lo mismo y del mismo modo. Los chilenos no tenemos problemas distintos en la materia que nos convoca de los que tienen los españoles, los alemanes, los ingleses, los americanos; tal vez tenemos sensibilidades distintas, diferentes maneras de medirlos, pero el problema de fondo, conceptual, es el mismo.

A los que vienen de afuera queremos presentarles mañana el Consejo de Defensa del Estado. Desde el punto de vista de la defensa del Estado, yo creo que la defensa del Estado, hoy por hoy, pasa por la más decidida defensa del Estado de Derecho y, por ello, del rechazo, prevención y sanción de la gran corrupción trascendente estructuralmente.

Muchas gracias

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